Nos dirigimos a Tresabuela, un pueblo en mitad de la nada, de apenas 9 habitantes y dedicado exclusivamente a la ganadería nos espera para acogernos durante cuatro días en los que esperamos fundirnos con la naturaleza.
Como este pueblo está en pleno Valle de Liébana nos esperamos carreteras angostas y con mil curvas. A pesar de que anochecía, de que se estaba echando una niebla densa sobre nosotras y de que se puso a caer el diluvio universal el camino nos estaba encantando.
En efecto, nos encontramos con las carreteras que nos temíamos pero con un paisaje imponente. Aún con todo lo anterior cerniéndose a nuestro alrededor no pudimos evitar parar el coche cada pocos metros y echar fotos a lo que se nos presentaba delante.
Evidentemente, nos perdimos y nuestro GPS, por alguna extraña razón, tiende a meternos por los caminos más salvajes que se le ocurren en vez de dirigirnos por la carretera. Así pues, después de dar vueltas y ya con el diluvio que veíamos a lo lejos encima nuestro conseguimos llegar a Tresabuela.
Es de noche y hay cuatro farolas más de adorno que otra cosa, así que nos metemos en casa y preparamos la ruta del día siguiente mientras cenamos.
DÍA 1 – TELEFÉRICO FUENTE DE Y POTES
Nos levantamos y nos quedamos sin habla por lo que veíamos a través de las ventanas. Y más aún por el cielo tan azul que había, ya que el señor del tiempo preveía que íbamos a pasar unos días bañadas por la nieve. Afortunadamente, no dio ni una y ante este nuevo tiempo decidimos cambiar nuestra ruta del día.
Así pues nos pusimos en marcha hacía el Teleférico de Fuente Dé. Nunca habíamos subido en uno y estábamos un poco nerviosas. Elena por la altura y yo porque 20 personas ahí dentro me parecía muy agobiante. Una vez dentro, me entretuve echando fotos porque era una verdadera pasada ese ascenso. Elena, por su parte, se puso a hablar con el “maquinista” para intentar paliar sus nervios que al contrario que a mí, una vez dentro le fueron a más.
La subida no llega ni a 4 minutos y merece mucho la pena porque lo que hay arriba del todo es una auténtica pasada. A la caprichosa altura de 1.823 metros te invaden unos sentimientos de grandeza y paz comparables con muy pocas cosas.
Contemplar el poder de la Naturaleza, su grandeza, cimas por todos lados, montañas que parecen esculpidas por el mismísimo Miguel Ángel y valles de infarto hacen que sientas una paz en tu interior que emociona cada poro de tu piel. íbamos en vaqueros, con ropa nada adecuada para la ocasión y estaba todo helado, nevado y a unos cuantos grados bajo cero. Por no llevar no llevábamos ni guantes y, aún así, nos quedamos un buen rato paseando como podíamos y maravillándonos por el regalo que teníamos ante nosotras.
Cuando ya nos dolían las manos y apenas sentíamos los labios, decidimos bajar con la plena certeza de que en verano volveremos para poder hacer rutas en las alturas. Al igual que en la subida, yo me dediqué a echar fotos y grabar mientras Elena le daba conversación al “maquinista” para evadirse.
Lo llamamos “maquinista” de esta forma porque realmente no maneja nada, el teleférico va sólo y él simplemente va dentro por si hay alguna complicación y asegurarse de que todo va bien.
TELEFÉRICO: 17€ IDA Y VUELTA ADULTOS; 6€ NIÑOS DE 6 A 12 AÑOS
TIEMPO DE SUBIDA Y BAJADA: 4 MINUTOS DESNIVEL: 753 METROS IR CON ANTELACIÓN A POR LAS ENTRADAS NO SE PERMITE LA ENTRADA DE PERROS |
Después de este deleite para la vista y el alma nos vamos a Potes a pasar la tarde por sus calles y tiendas de productos artesanales. Si os gusta el orujo y el chocolate artesanal, éste es vuestro sitio.
Tenemos que decir que este pueblo famoso por sus puentes y torres es precioso. Sus callejuelas y sus casas están impregnadas de la historia medieval vivida y es inevitable teletransportarte e imaginar cómo sería la vida en este pueblo hace unos cuantos cientos de años.
Maravilladas montamos en el coche para volver a Tresabuela y descansar del día, que ha sido más intenso de lo que esperábamos.
DÍA 2 – SANTILLANA DEL MAR Y CUEVAS DE ALTAMIRA
Un cielo azul nos vuelve a sorprender y antes de partir hacia Santillana del Mar, damos una vuelta por Tresabuela. En efecto, comprobamos que es un pueblo completamente dedicado a la ganadería y absolutamente rural, de hecho no hay tiendas de comestibles ni bares.
Tal es así, que una furgoneta sube al pueblo cargada a modo de supermercado x días a la semana. Esto nos pareció súper curioso y nos hizo reflexionar sobre los distintos modos de vivir que hay en el mundo y, en este caso, no nos ha hecho falta irnos a la otra parte del mundo para comprobarlo.
Rumbo a Santillana seguimos pasando por carreteras angostas y entre desfiladeros que quitan el aliento hasta que llegamos a una nacional. Recordemos que esta carretera es la que nos conecta con Tresabuela así tanto al ir a un sitio como al volver tenemos que pasar por ella.
Una vez en Santillana, hay que aparcar fuera del pueblo y cámara en mano nos adentramos en él. Al igual que en Potes, sus callejuelas de piedra están repletas de tiendas de productos gastronómicos de la zona y otros artesanales.
Avisamos, que dan ganas de comprar de todo. Esta vez para comer, no vamos a restaurante si no que nos vamos a una mesa en un parque con empanada, quesos y emparedados. Disfrutamos mucho comiendo en este plan.
Tras este rato de reposo, entramos al Museo de la Tortura. Se nos pusieron los pelos de punta al ver las atrocidades a las que se veían sometidas muchísimas personas gracias a la Inquisición. Nos fue inevitable ver esos instrumentos de tortura y no sentir dolor en algunas partes de nuestros cuerpos a los que hacían referencia.
Lo bueno que sacamos de ese Museo es que el mundo va avanzando y estas cosas al igual que la Inquisición han quedado atrás, aunque aún quedan muchos aspectos que pulir en nuestra sociedad de hoy en día.
El pueblo se ve bien y en poco tiempo, así que dentro de la oferta que tiene Santillana entre el zoo y la Cuevas de Altamira está claro cuál elegimos nosotras.
Queremos dejar claro que no somos nada partidarias de los zoológicos, como amantes de la naturaleza creemos que estos centros están repletos de sufrimiento y que los animales deben estar en su hábitat natural y no en hábitats modificados o encerrados.
Así pues, nos fuimos a ver la famosa Cueva de Altamira. Tenemos que decir que la auténtica no está abierta al público y que la que sí lo está es una perfecta réplica de la original. De hecho están muy cerca la una de la otra. Os recomendamos que a la hora de coger la entrada vayáis con tiempo y que cojáis la opción de ir con guía porque lejos de aburrir, explican todo muy bien y te enteras de muchas más cosas que yendo por tu cuenta.
A la salida de la Cueva hay un Museo muy interesante sobre la Prehistoria.
Antes de volver al campamento base en Tresabuela, paramos en el Monasterio de Santo Toribio. No nos llama mucho la atención, así que nos vamos a dar un paseo por los alrededores que gozan de unas vistas muy chulas.
Ya en Tresabuela, toca cenar y descansar.
DÍA 3 – RUTA POR EL VALLE DE LIÉBANA
Nos vuelve a despertar un cielo azul pero al contrario de otros días, la carretera estaba hasta arriba de nieve. Así pues decidimos hacer una ruta de 6 km en los que no nos faltaron aventuras.
Nos dirigimos a Lombraña, un pueblo situado a 3 km por carretera de Tresabuela. Vamos andando tranquilamente y con un perro del pueblo que se nos juntó y decidió acompañarnos todo el camino.
La vuelta decidimos hacerla por un camino más silvestre y ahí comenzó nuestra aventura cuando después de un rato nos encontramos que el camino estaba cortado por el río. En vez de dar la vuelta y volver por donde habíamos venido, tiramos hacia arriba por la pendiente bastante empinada y con zarzas por todos lados.
Por fin conseguimos salir de nuevo a la carretera y retomamos el camino que habíamos hecho a la ida. A pesar de que el camino se nos complicó mucho y que se puso a nevar en el peor momento (el señor del tiempo acertó durante un rato) nos lo hemos quedado como una de las muchas anécdotas de viaje que tenemos.
Por el camino nos encontramos con la furgomercado y le compramos lo necesario para hacernos una tortilla de patata muy rica.
Por la tarde, dimos un paseo por el pueblo y nos dedicamos a relajarnos rodeadas de tanto paraíso. Al fin y al cabo al día siguiente volvíamos a casa.
Esta escapada ha sido reconfortante, hemos vuelto con las pilas totalmente cargadas, amando aún más si es posible la Naturaleza y, en definitiva, revitalizadas tras estar desconectadas de aparatos que siempre llevamos encima y que nos absorben.
Sin duda lo más importante es la compañía, hemos podido disfrutar la una de la otra y de nosotras mismas y lo único que llevábamos encima era nuestra cámara de fotos porque nos encanta la fotografía.
¿OS RECOMENDAMOS TRESABUELA?
De Tresabuela podemos decir que os lo recomendamos totalmente si como nosotras buscáis desconexión total.
Si te gusta Cantabria no te pierdas nuestra entrada de un fin de semana por tierras celtas.
Aquí os dejamos la página oficial de turismo en Cantabria
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